sábado, 25 de octubre de 2008

Otra reflexión sobre el viaje de estudios a Jujuy

Este texto fue escrito en el día de la fecha, entre las 13 y las 14 horas en el hall de la hostería donde nos hospedamos alumnos y docentes durante nuestra estadía en Jujuy.

A las 14.30 horas nos reunimos en la plaza de Humahuaca (en círculo, cara a cara) para evaluar las experiencias adquiridas durante los cinco días de permanencia en la quebrada. Se realizó una lectura completa del mismo que resultó disparadora de nuevos comentarios de docentes y alumnos en una conversación muy fructífera que se prolongó hasta casi las cinco de la tarde. A continuación transcribo el texto tal como fue concebido.



"Después de mucho esfuerzo llegamos a Jujuy. Escuela y diversidad cultural dejaron de ser palabras vacías para transformarse en una experiencia plena. Treinta y nueve Bonaerenses dejamos de hablar de Jujuy, dejamos de nombrarlo para respirarlo, habitarlo, vivirlo.

Humahuaca, conjunción de cerros y gentes que se confunden en multitud de colores y formas. Humahuaca y un sol pleno después de un día completo de transitar por la lluvia. Humahuaca y su monumental monumento que le da identidad a la ciudad, la colma de sentido.

Escuela y diversidad cultural dejaron de ser una utopía cuando el primer coyita (un niño que no pasaba de los siete u ocho años) se nos acercó a la puerta de la hostería para recitar una copla de Fortunato Ramos. Una copla que rasgó el silencio cálido de la tarde, una voz infantil que se fue expandiendo hasta llenar el aire de la quebrada de sonidos que hasta ese momento, solo eran palabras mudas escritas sobre un papel.

Escuela y diversidad cultural se van desplegando como un abanico con el correr de los días. Lentamente al principio, más rápido después, fuimos saliendo de nuestra mismidad porteña(más bien bonaerense) para introducirnos de lleno en esa otra cultura, esa otredad cobriza que veníamos a buscar.

Como la flor del Cardón (que más de una vez se abrió ante nosotros anunciando lluvias que no tardarían en llegar), de una belleza inexplicable, así se fueron abriendo nuestros sentidos, nuestros corazones, nuestras miradas. Miradas que se encontraron con otras miradas, miradas que toparon con la epifanía del otro rostro, con la irrupción de esas caras distintas, hasta que, como la flor del cardón, sin porqué, se produjo lo que veníamos a buscar, el diálogo, la fiesta de la palabra compartida, la derrota del silencio dominante hasta entonces. Recién ahí sentí que todo lo anterior tenía sentido, recién ahí, cuando pudimos escuchar a los obreros y artesanos de las salinas grandes atrás de sus máscaras protectoras del sol, la sal y el viento, recién ahí, cuando los mineros de la Brava en Tumbaya nos contaron su historia de luchas, recién ahí, cuando Clarita Lamas nos dotaba de sabiduría y entusiasmo haciendo de la nada de Hornaditas un todo, de un grupo de hombres y mujeres dispersos, una comunidad organizada, recién ahí, cuando la bibliotecaria de Humahuaca desenvolvió feliz la compu que le entregábamos como un regalo caído del cielo, recién ahí cuando escuché a un Wichi en Tilcara explicarle en francés a un grupo de gringos cual era el secreto de la belleza de sus cerámicas.

Escuela y diversidad cultural y sumergirnos en otra cultura donde los cementerios no están escondidos, flotan sobre los cerros a la vista de todos. Colmados de flores de papel impermeables, transmutan la tristeza en belleza, la muerte en colores, colores que atraviesan cerros y pueblos, naturaleza y cultura.

Escuela y diversidad cultural se transpiran un rato, cuando nuestros alumnos se cruzan con los de "la Normal" de Humahuaca y perdemos por un gol cuando faltaba un minuto para el final, y la excusa risueña de los nuestros:-La pelota no dobla, profe, acá arriba falta el aire.

Escuela, diversidad cultural y multiculturalidad se superponen cuando recién empezado el día tres jóvenes madrileñas me preguntan con voz ingenua: ¿No sabe usted dónde podemos desayunar?

Escuela y diversidad cultural se dan la mano cuando cientos de libros que dormían en Lanús, pasan a poblar futuras bibliotecas de la quebrada, mientras manos terrosas terminan de hornear cientos de empanadas para este grupo de argonautas bonaerenses que no vino en busca del vellocino de oro (ese ya se lo llevaron los españoles hace mucho) pero se lleva más de lo que entrega, el calor, el cariño ingenuo de todo un pueblo.

Escuela que descubre la diversidad cultural, cuando escuchamos extasiados la Música de Vilca, en su casa y por sus músicos, como si el espíritu del maestro y músico de la puna nos hubiera observado desde los cerros y, transformado en viento, nos condujera hasta su morada. Música celestial que nos regalan sus amigos, más alma que carne, más sonidos que materia, y un carnavalito final que nunca debimos dejar de bailar.

Escuela que, (como la flor del Cardón) ya se abrió a la diversidad cultural, y camina feliz por la alteridad cuando nuestros chicos filman a los otros, los fotografían, se fotografían, se miran, se escuchan, dialogan, se ríen, se entienden, disfrutan.

Escuela y diversidad cultural, y el enigma del otro con otros rasgos, otros credos y otras ideas; ideas que nunca fueron entendidas ni respetadas por el invasor blanco, cuando el otro no fue un enigma intelectual y sentido a descubrir, sino un enemigo al que había que combatir y exterminar. Exterminio que no se pudo completar porque nos abrazamos con la doctora Mejías (después de una entrega de medicamentos en el hospital de Humahuaca) y sus rasgos coyas se entremezclan con los míos anunciándome que su pueblo no está muerto, que esas manos terrosas y esos ojos de fuego pueden curar a una de nuestras alumnas atacada de anginas y a otra sumergida en su alergia.

¿Escuela y diversidad cultural? Y una lágrima que se me pierde entre los dedos cuando en la cima del Pucará de Tilcara no puedo dejar de pensar en el terror que habrán sentido esos hombres acostumbrados a la belleza y el silencio, una belleza atropellada por la brutalidad de otra cultura que no quiso ver, que no supo ver, que no pudo apreciar lo sobrenatural del lugar y la calidad de su gente.

¿Escuela y diversidad cultural? ¿Y como explicarle a nuestros alumnos que esto es sólo lo que quedó y reconstruido?. ¿Como explicarles la infinita belleza de este lugar con toda su gente, sus casas, sus templos, sus costumbres, sus animales y sus dioses? Dioses que todavía flotan indignados por las cimas de estos cerros, dioses mutados en vientos armando la tormenta nativa que lucha por llover, por terminar con más de quinientos años de injusticia y dolor.

¿Escuela y diversidad cultural existen?

Y para terminar me pregunto y les pregunto:

¿Nuestra escuela promueve la aceptación de una diversidad cultural en la que vivimos inmersos?

¿Es posible evitar el fatalismo histórico cargado de genocidios?

¿Es posible un encuentro entre culturas que sea comunicación y no dominio y conquista?

¿Es posible generar un diálogo creativo que posibilite reconstruir lazos sociales a partir del reconocimiento de la diferencia, esto es, del pluralismo y las identidades múltiples?

¿Llegará algún día una justicia humana mediante la cual, una sociedad asuma la cuestión del otro y redefina el sentido de la diferencia?

Me pregunto y les pregunto, y es difícil contestar estas preguntas; solo intuyo que nuestro viaje fue un pequeño aporte por el camino correcto para dar alguna respuesta a todos estos interrogantes.

Ahora me llamo a silencio. Espero con ansiedad las palabras de nuestros alumnos y colegas.

Nada más. Gracias, gracias a todos."



Fernando Bordigoni, Humahuaca, 18 de Octubre de 2008

1 comentario:

La Ciencia de lo cotidiano dijo...

Allí estaré

Besos desde la ciudad de Rosario

Analía